Discurso Conseller de Educación, Cultura y Deporte, Hble. Sr. D. Esteban González Pons

7 October 2003

 

 

APERTURA DE CURSO ACADÉMICO 2003-2004

UNIVERSIDAD MIGUEL HERNÁNDEZ

Señoras y señores

Muy buenos días a todos y muchas gracias por permitirme participar en este solemne acto de apertura del nuevo curso académico.

Quiero que mis primeras palabras desde esta tribuna lleguen a Su Alteza Real la Infanta Doña Margarita de Borbón y Borbón, para expresarle –no sólo mi más cordial felicitación por su nombramiento como Doctora Honoris Causa– sino, además, y especialmente, mi profunda admiración y mi más sincero reconocimiento por la impagable tarea que lleva a cabo desde la Fundación Duques de Soria.

Los programas que desde ella se vienen desarrollando y la calidad y excelencia de los mismos, nos han sido relatados magníficamente en la laudatio que se nos ha ofrecido. Yo quiero destacar el gran acierto de su compromiso de apoyo y promoción de los estudios científicos y humanísticos. Su empeño y dedicación son hoy justamente reconocidos por esta Universidad, y también lo son por la administración a la que represento.

Alteza, el testimonio de personalidades de vuestra talla y de vuestro profundo compromiso cívico nos animan a seguir creyendo en las posibilidades de esta sociedad y de la cultura española que es, y sin duda seguirá siéndolo,un referente en la transmisión de ideas, saberes y valores.

Muchas gracias, Alteza.

Hasta el día de hoy, he tenido la oportunidad de participar en las aperturas de curso 2003-2004 de la Universitat Jaume I de Castelló, la Universidad Politécnica de Valencia y la Universidad de Alicante. Hoy cumplo con el grato deber de hacerlo en el seno de la más joven de nuestras universidades.

A lo largo de las aperturas anteriores, he tenido la satisfacción de comprobar cómo el clima de consenso y colaboración alcanzado por Administración y Universidades en los últimos años, no sólo goza de un excelente estado de salud sino, que cuenta, además, con la voluntad expresa de todos para renovarlo e intensificarlo aún más si cabe.

Los retos que las enseñanzas universitarias tienen planteados a la vuelta de la esquina así lo exigen: juntos hemos de garantizar el mantenimiento de ese clima de cooperación y de diálogo al que se debe, en gran medida, el espectacular salto cualitativo experimentado por nuestras universidades en los últimos ocho años.

Un salto del que la sociedad valenciana ha sido parte activa y principal beneficiaria.

Parte activa porque sus esfuerzos –vehiculados a través los poderes públicos– han permitido que nuestras universidades dispusieran de más y mejores recursos.

Y principal beneficiaria, porque, en el desarrollo equilibrado de todo el territorio que hemos experimentado en los últimos ocho años, ha sido determinante la contribución de las cinco universidades públicas valencianas. Sociedad y Universidad han asumido el reto de caminar de la mano, avanzando en un compromiso, enriqueciéndose mutuamente.

En tal sentido, la Universidad Miguel Hernández es, con diferencia, una de las que, con mayor éxito, ha superado el reto de imbricar las enseñanzas universitarias en las necesidades del tejido socio-económico de la provincia.

Baste como ejemplo la espectacular tasa de ocupación que presentan los estudiantes formados en las aulas de la Universidad Miguel Hernández, profesionales formados en contacto con las demandas del mercado laboral y que, en un 95 por ciento de los casos, encuentran trabajo al concluir sus estudios.

Con todo, la imbricación con el entorno, no sólo implica a nuestras universidades como agentes activos en el terreno económico, industrial y tecnológico. El pálpito de la Universidad debe ser una constante también en el ámbito cultural, y muy especialmente, en las nuevas realidades sociales que han ido germinando en el seno de nuestra población, y que deben ser atendidas por las instituciones de enseñanza superior.

En la actualidad la cifra de alumnos inmigrantes que cursan sus estudios en las universidades valencianas es inferior a la registrada en los primeros estadios formativos de nuestros sistema público de enseñanza.

La presencia de alumnado inmigrante en estos tramos educativos es una realidad incuestionable. Su integración plena y en igualdad de oportunidades, ha sido, es y será objeto de la mayor atención por parte de la Generalitat Valenciana.

En buena lógica, y dentro de la libertad de elección en cuanto a propuestas formativas, parte de este alumnado que hoy cursa estudios de Primaria y Secundaria seguirá avanzando en su formación hasta alcanzar el nivel universitario, donde quedará trasladada –en mayor o menor medida– la realidad de las primeras etapas educativas.

La integración de estudiantes inmigrantes en las aulas de nuestras universidades debe ser contemplada, ya, como una de las máximas prioridades en las propuestas académicas que persigan avanzar en calidad educativa y excelencia.

El esfuerzo realizado en las primeras fases educativas de nuestro sistema debe encontrar su lógico y necesario correlato en el ámbito de las enseñanzas superiores.

La institución universitaria nació en la Edad Media occidental bajo la denominación de “Universitas”. En su origen aspiraba a la totalidad: totalidad de saberes, suma de conocimientos, no sucesivos o yuxtapuestos, sino desde una idea de globalidad que, hoy, tantos siglos después, nos convoca a nuevos e ilusionantes esfuerzos.

Porque la Universidad del futuro no sólo ha de seguir aspirando a esa globalidad de saberes. La Universidad que queremos será la Universidad que quiere el Siglo XXI, si aspira a la globalidad de personas y de culturas. Y esa es la Universidad para la que hemos de empezar a trabajar desde este mismo momento.

La atención que debe prestar la Universidad a los cambios demográficos de su entorno no acaba, ni mucho menos, en las necesidades educativas que plantea el fenómeno de la inmigración.

Las ciudadanas y ciudadanos de nuestro país han experimentado en los últimos años un incremento en las expectativas de vida, lo cual ha abierto nuevas posibilidades a un segmento poblacional cuyas demandas formativas presentan unas particularidades que deben ser atendidas.

Por su propia posición vital, nos referimos a personas que busquen en la Universidad tanto un medio para mejorar sus capacidades profesionales o técnicas, como por un afán de crecimiento personal e intelectual.

Nuestro sistema –y esta universidad es un claro ejemplo de ello– ha dado importantes pasos en este sentido. Sin embargo, el establecimiento de espacios que cubran esta demanda con rigor y garantías, tanto para este sector de nuestra población, como desde la perspectiva de la “educación a lo largo de toda la vida”, deben seguir figurando entre las prioridades más inmediatas que deben afrontar las universidades públicas valencianas.

La solidez y buena salud de la institución universitaria depende de su capacidad para responder con nuevas propuestas a nuevas realidades, a nuevos medios, y a nuevos métodos. Y en este sentido, me complace reconocer que hoy nos encontramos en un campus ejemplar. Un campus que, precisamente por ello, fue elegido por el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, como escenario propicio para dar a conocer a los rectores de nuestras cinco universidades públicas el proyecto de la sexta universidad pública valenciana: la “Universidad Lliure”.

Una universidad sin aulas, un espacio de conocimiento universal desde la oportunidad que nos brinda la sociedad de la información.

La Ley General Valenciana de Universidades se encargará de regular esta nueva institución de nuestro sistema, cuyo desarrollo dependerá por entero de las cinco universidades ya existentes. Queremos aprovechar las múltiples posibilidades que ofrece la Red de Redes en el acceso a la educación no presencial.

No es, en modo alguno, una propuesta excluyente que pretenda sustituir la función de las actuales universidades. Pretender tal cosa sería tan irresponsable como inútil. Se trata de completar, en estrecha colaboración con los profesores y departamentos de las actuales instituciones, nuestro tejido universitario y ampliar la presencia de estos estudios en la sociedad.

Por ello, la nueva universidad valenciana dispondrá de una estructura organizativa y funcional propia, pero cimentada y posicionada desde la experiencia y trayectoria de las otras cinco.

También en el ámbito de las nuevas titulaciones la imbricación entre sociedad y universidad juega un papel fundamental a la hora de acometer, con criterios de corresponsabilidad y complementariedad, una adecuación de títulos presentes o futuros que relacione oferta y demanda.

En tal sentido, desde la Comisión Académica del Consejo Valenciano de Universidades se empezará a trabajar, en breve, para armonizar los cambios de oferta susceptibles de ser atendidos, adecuándolos a las nuevas directrices que emanen del proceso de convergencia.

Así también, la negociación del Plan de Financiación de nuestras universidades –al que daremos un nuevo impulso con la Ley General de Universidades– también deberemos contemplarla desde los nuevos parámetros europeos.

Hasta este punto de mi intervención, he desglosado algunos de los aspectos que, a nuestro juicio, han de estar presentes en las actuaciones que desarrollemos conjuntamente en el entorno más cercano.

Actuaciones que, sin lugar a dudas, redundarán en beneficio de la posición y las perspectivas con que lleguemos al nuevo Espacio Europeo de Educación Superior al que me he referido anteriormente.

Un reto sin precedentes, una oportunidad histórica para nuestras universidades, y en cuya consecución hemos de utilizar todos los medios a nuestro alcance.

El reto de las universidades en la Europa del conocimiento es el reto de las más poderosas brújulas del Saber y del Conocimiento con que ha contado el Viejo Continente, desde la Edad Media, para avanzar hacia la libertad, el progreso y la igualdad.

Todos tenemos presentes la insistencia con que muchas instituciones y organismos internacionales reclaman una verdadera educación en valores. Los cambios producidos en el ámbito cultural y social, así como la revolución experimentada por los cambios tecnológicos que está generando la sociedad de la información, reclama de la sociedad en general un esfuerzo añadido: trabajar por esos valores sociales que compartimos todos con independencia de la cultura, la religión o la edad.

Caminamos hacia la generación de una identidad común, hacia la construcción plena, solidaria y plural de una ciudadanía europea. No nos podemos conformar con una mera coexistencia, puntual o de carácter transitorio.

Apostamos por nuestras universidades como espacios privilegiados para la convivencia. Convivencia entendida como el ámbito desde el que la diversidad refleja la situación natural y propia de una sociedad abierta y democrática.

La Universidad no puede quedar reducida a un mero trasnmisor de conocimientos. Su misión secular le impide estancarse en el academicismo. El viento del pueblo ha de recorrer sus aulas, andar sus pasillos, alimentar su aliento, inspirar a quienes la hacen posible.

El insigne poeta que da nombre a esta Universidad dejó escrito en cierta ocasión:

 

“Los poetas somos viento del pueblo; nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”.

Mi deseo, y el de la Generalitat Valenciana, es que ese mismo viento siga corriendo por este campus como la musa por la mente del poeta, y que en nuestras universidades sigamos teniendo el soplo que ha de llevar a nuestra sociedad hacia “las cumbres más hermosas”.

Muchas gracias a todos.

 

Esteban González Pons

Conseller de Cultura, Educació i Esport

Elx, 7 d’octubre de 2003

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