Laudatio a cargo del Dr. José Luis Micol Molina

28 enero 2002

LAUDATIO COMO DOCTOR HONORIS CAUSA DE LA UNIVERSIDAD MIGUEL HERNÁNDEZ DE ELCHE DEL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ANTONIO GARCÍA-BELLIDO Y GARCÍA DE DIEGO PRONUNCIADA POR EL PROFESOR DOCTOR DON JOSE LUIS MICOL MOLINA, CATEDRÁTICO DE GENÉTICA DE LA UNIVERSIDAD MIGUEL HERNÁNDEZ DE ELCHE

 

Excelentísimo y Magnífico Señor Rector,

Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades,

Excelentísimos Señores Vicerrectores,

Ilustrísimos Señores Decanos, Directores de Escuelas Politécnicas y Departamentos,

Señores Profesores, Señores Alumnos, Señoras y Señores

            La Universidad Miguel Hernández de Elche, una de las más jóvenes instituciones de las que en España se dedican a la docencia y la investigación, posee en mi opinión muchas virtudes dignas de encomio. Una de las más destacables es su capacidad investigadora, resultado del trabajo cotidiano de un nutrido grupo de científicos del más alto nivel internacional. Es una comunidad universitaria como la nuestra, que conoce bien el esfuerzo que supone alcanzar la excelencia en el campo de la investigación científica, la que expresa hoy su reconocimiento al Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Doctor Don Antonio García-Bellido y García de Diego.

            Me corresponde a mí, como Catedrático de Genética, glosar sus méritos científicos, difícil tarea dada la excepcionalidad de su currículum y la magnitud de sus contribuciones al progreso del conocimiento en el campo de la Ciencia en general y de la Genética del Desarrollo en particular. Me corresponde a mí también porque tuve el privilegio de trabajar bajo su dirección durante una de mis estancias postdoctorales, la que realicé entre 1986 y 1989 en el Centro de Biología Molecular del CSIC, en el Campus de la Universidad Autónoma de Madrid. Fueron los tres años intelectualmente más satisfactorios de mi vida profesional, en los que Antonio me sometió, como a todos sus colaboradores, a un continuo chaparrón de ideas, que convertía su laboratorio en un hervidero de hipótesis y propuestas de experimentos. Ignoro cuántas de mis neuronas nunca serán recordadas por alguna victoria intelectual ya que murieron heroicamente en discusiones con Antonio a lo largo de aquellos tres intensos años. Celebrábamos en esa época dos seminarios por semana, que comenzaban poco después de las dos de la tarde para terminar cinco, seis y hasta siete horas después, enzarzados en controversias en las que era inevitable participar ya que Antonio dirigía férreamente el debate y obligaba a todos y cada uno de los presentes a aportar argumentos propios y a rebatir los ajenos. Sirva esto de muestra de la preocupación de Antonio García-Bellido y García de Diego por la formación de sus colaboradores, de la que podrían tomar ejemplo muchos científicos.

Hijo de un Catedrático de Arqueología, Antonio García Bellido, y nieto de un miembro de la Real Academia de la Lengua Española, Vicente García de Diego, Antonio García-Bellido y García de Diego finalizó su licenciatura en Biología en 1958. Había comenzado sus estudios universitarios fascinado por la embriología, resuelto a aprender cuanto fuese necesario para poder desentrañar los mecanismos del desarrollo, el conjunto de los procesos que convierten a una entidad unicelular, el cigoto, en un organismo pluricelular adulto cuyas células están especializadas en el cumplimiento de funciones específicas, y organizadas espacialmente en tejidos y órganos. Acabó su licenciatura con brillantes calificaciones pero convencido de que sus profesores enseñaban una Biología dogmática, fundamentalmente descriptiva y muchas veces aburrida. Como consecuencia de sus frecuentes lecturas de publicaciones escritas en inglés o en alemán, lenguas que ya entonces empleaba con desenvoltura, pudo comprobar que ampliar conocimientos más allá de lo que recitaban en clase algunos docentes podía depararle al estudiante un suspenso en lugar de una matrícula de honor, situación en la que estuvo muy cerca de verse, precisamente en la asignatura de Genética.

Realizó su Tesis doctoral en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, prácticamente sin dirección alguna, y completó su formación mediante dos estancias postdoctorales, la primera de ellas en la Universidad de Zürich, en el laboratorio del insigne embriólogo Ernst Hadorn, y la segunda en el Instituto de Tecnología de California, una de las mejores universidades del mundo, la cuna de la Biología Molecular, en la que trabajó con Alfred Sturtevant, uno de los discípulos de Thomas Morgan, el padre de la Genética en el siglo XX, así como con Ed Lewis, que recibiría el premio Nobel en 1995.

A pesar de que contaba con ofertas de trabajo en varias universidades extranjeras, Antonio García-Bellido y García de Diego regresó a España en 1972 como Colaborador del CSIC y creó en Madrid el Laboratorio de Genética del Desarrollo, inicialmente ubicado en el Instituto de Genética y Antropología y trasladado en 1975 al Centro de Biología Molecular. En dicho laboratorio Antonio ha educado a un notable grupo de científicos españoles de renombre internacional. Algunos de ellos han consolidado su propio grupo de investigación en España, como Ginés Morata, Pedro Ripoll, Alberto Ferrús, Fernando Jiménez Díaz-Benjumea o José Félix de Celis, y otros lo han hecho en el extranjero, como Pedro Santamaría, Juan Botas, Jaime Castelli-Gair, Juan Pablo Couso o Marcos González Gaitán. Son varios, además, sus discípulos en vías de obtener una posición estable en centros de investigación españoles y extranjeros. Recuerdo especialmente entrañable me merece María Paz Capdevila, esposa y colaboradora de Antonio, con quien compartí muchas horas de trabajo.

La contribución de Antonio García-Bellido y García de Diego a la ciencia española e internacional tiene una vertiente adicional a la de haber formado doctores notables, ya que es interminable la lista de científicos a quienes ha convencido de que debían abandonar la línea de investigación que venían desarrollando durante años y acometer otra radicalmente distinta, que se ha revelado posteriormente especialmente fructífera.

Antonio García-Bellido y García de Diego ha trabajado siempre con un insecto díptero, la mosca de la fruta Drosophila melanogaster, un organismo sencillo y manejable en el laboratorio de cuyo estudio se han derivado numerosas enseñanzas que son válidas para la comprensión de la biología de otras especies, incluida la humana, en las que hubiera sido imposible llegar a conclusiones en un plazo razonable.

El objeto del interés de Antonio García-Bellido y García de Diego es la determinación, el proceso por el que las células de un embrión toman decisiones sobre su futuro destino durante el desarrollo, comprometiéndose a contribuir a la formación de un órgano o un tejido y no a la de cualquier otro. Estos compromisos celulares no se manifiestan de manera obvia en el momento en que se adquieren, sino mucho más tarde, y son consecuencia de la actividad diferencial del genoma, que está íntegramente presente en todas las células embrionarias pero diferencialmente activo en cada una de ellas. Algunos de los genes que hoy sabemos que funcionan en algunas células embrionarias pero permanecen inactivos en las restantes fueron denominados por Antonio García-Bellido y García de Diego “genes selectores”, hace treinta años. Los genes selectores son los responsables de que grupos de células embrionarias vecinas, que no están necesariamente relacionadas por su linaje, lo que Antonio llamó “compartimentos”, decidan contribuir a la formación de un órgano, un tejido o una parte concreta del cuerpo de un animal. Estos conceptos, junto con el de la existencia de jerarquías entre los genes implicados en el desarrollo, reunidos en la que se dio en llamar “Teoría de los compartimentos” constituyen la más destacada contribución de Antonio García-Bellido y García de Diego al pensamiento moderno y le hicieron candidato al premio Nobel en 1979, situación que se repitió en 1995.

Podría extenderme, pero no debo hacerlo, acerca de otros aspectos de su prolífica carrera, como el desarrollo de las elegantes técnicas del análisis clonal y la elaboración de mapas de destino, y sus estudios sobre la formación de patrones morfológicos en los apéndices o en el sistema nervioso de Drosophila melanogaster. Las publicaciones de Antonio García-Bellido y García de Diego han recibido miles de citas, y es mencionado, y su trabajo ensalzado, en todos los libros de texto de Genética o de Biología del Desarrollo.

Entre los muchos valores profesionales de Antonio García-Bellido y García de Diego, que le singularizan y le distinguen de otros miembros de la comunidad científica, quiero destacar su capacidad de pensar y hacer pensar a los demás, su enciclopédica memoria, su pasión por los clásicos de la biología moderna, por aquéllos que se atrevieron a plantear a finales del siglo XIX y principios del XX interrogantes trascendentales acerca del desarrollo y la evolución de los seres vivos que siguen, aún hoy, sin respuesta. No menos excepcionales son su rigor científico, su entusiasmo por su trabajo y su capacidad de transmitirlo a sus colaboradores, y su habilidad para disecar cualquier problema discriminando lo fundamental de lo meramente subsidiario. Suele decirse que existen dos tipos de buenos científicos, los que saben encontrar respuestas satisfactorias, que constituyen la gran mayoría, y los que saben buscar preguntas dignas de ser respondidas. Antonio García-Bellido es un miembro sobresaliente de este segundo grupo.

No puedo dejar de mencionar, por último, su destreza más obvia, la oratoria, terreno en el que encuentra escasos contendientes de su categoría, habiéndose ganado, todo hay que decirlo, pequeñas antipatías por parte de determinados sabios autoproclamados que quedaron rápidamente desarbolados en algún foro público ante los arrolladores argumentos de Antonio.

Lo que le fascina actualmente y desde hace años es lo que él mismo denomina “el problema de la entelequia”, que ya se planteó Aristóteles: cómo y por qué los organismos saben que llega un momento en que no deben seguir creciendo, que han alcanzado su compleción. Se trata de uno de los más profundos arcanos de la morfogénesis, el relacionado con los genes responsables de que las células dejen de proliferar una vez que un órgano alcanza su forma y tamaño adecuados.

Por todas estas razones, y otras muchas que no puedo enumerar por falta de tiempo, el profesor Antonio García-Bellido y García de Diego se ha hecho plenamente acreedor al título de Doctor Honoris Causa que le han otorgado las Universidades de La Coruña, Barcelona, Oviedo y Salamanca, así como la Academia de las Ciencias de Rusia. Ciertamente, no son éstos los únicos honores que ha recibido, ya que es el único ciudadano español que pertenece a cuatro academias nacionales de las ciencias, las de España, el Reino Unido, los Estados Unidos de América y Francia. Es también miembro de la Academia Europea, el Instituto Mundial de la Ciencia, la Organización Europea de Biología Molecular y la Organización del Genoma Humano. Ha recibido además los premios “Príncipe de Asturias de Investigación Científica”, “Leopold Mayer” de la Academia de las Ciencias de Francia, y el de la “Fundación García Cabrerizo”, el “Premio de Investigación Científica Santiago Ramón y Cajal”, el “Premio de Investigación de la Comunidad Autónoma de Madrid”, y la “Medalla de los premios de investigación Rey Jaime I”.

Y para finalizar esta Laudatio diré que, por todo lo expuesto, solicito se proceda a investir al excelentísimo Señor Don Antonio García-Bellido y García de Diego del grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Miguel Hernández de Elche.

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